jueves, 12 de abril de 2012

Memorias de un cobarde.

Al verlo tu  corazón se acelera, y tu cuerpo flota.
Todo nuestro alrededor parece quieto y sólamente nos fijamos en lo que nuestros ojos han fijado,  ese ser, ese ser que nos cautiva. Sus ojos, sus labios, sus manos… ese ser perfecto.
Su aroma nos encanta, y nos pasaríamos hora olíendolo hasta no quedar más.
 Al sentir algo suyo ,ya sea psicológico o físico, nos hace volar dejar de sentir todo lo que nos envuelta para concentrarnos en esa cosa.
Ese es el sentimiento de cuando estás enamorado, y eso me pasa siempre que la veo, Alicia, la chica de mi sueños.
Ella es morena clara, de ojos color miel y labios carmesí. Su sonrisa es la mejor sonrisa que podreís ver nunca.
Conozco a Alicia desde que íbamos al parvulario, siempre nos habíamos peleado hasta que un día la profesora de primaria nos castigó, y nos quedámos ella y yo solos en una habitación. Alicia ya me gustaba, por eso le tiraba de las coletas, le subía la falda, les tiraba piedrecitas… Pero esto ella nunca lo ha sabido, nunca e tenido el valor de decirselo. ¿Por qué? ¿Por el miedo al rechazo? ¿Por el miedo a perder mi amistad con ella? Porqué. Esa es la palabra en mi mente que se repite en mi cabeza cuando estoy tan cerca de ella que puedo notar su calor.
Más de una vez mi corazón se ha roto al verla llorar por otros. Más de una vez les e querido dar una lección por todo lo que le han hecho. Pero no puedo moverme, este ha sido mi sitio durante toda mi vida y lo continuará siendo. No puedo abandonar a Alicia, soy como un hermano para ella y si me alejara le haría muchísimo daño, es por eso que nunca le e confesado nada.
Me acuerdo una vez nos quedámos encerrados en unos lavabos de una picina. Ella me había pedido que la acompañara y que hiciera ver que era su novio, porque había unos chicos que no paraban de mirarla. Yo estaba mirando para la puerta cuando al acabar y intentar salir el pestillo no se movía de lugar, me empezé a poner nervioso y a sudar por la frente, por las manos, por todos los sitios posibles. Y ella divertida creiéndo que era claustrofóbia se echó a reír. Que bonita estaba. Era como un ángel caído del cielo, su piel mojada por el agua brillaba mientras su pelo dejaba caer las últimas gotas.
La verdad es que no sé porque escribo esto si nunca lo podrá llegar a leer, solamente son batallitas de un hombre que no se atrevió a declarar su amor. Y aunque tubiéra la duda podría averse arriesgado. Ahora yo estoy sin ella, y ella a encontrado a un chico que le quiere y ella a él, cada miércoles la llamo, ya que no puedo verla, y al oír su voz me elevo hasta las estrellas
Esto son memorias de un cobarde.

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