jueves, 3 de diciembre de 2015

Lunas de placer.


Eran las 3 de la madrugada y como cada varias noches entre semana que mi cerebro estaba mas despierto que de costumbre intentaba distraerme para ver si me entraba el sueño.
Hacía horas que no hablaba contigo, tu madrugabas y yo, simplemente no quería madrugar. Casi ya dejaba el móvil cuando una notificación de un mensaje tuyo se asomó por la parte superior de mi pantalla:
-Estas despierta? No puedo dormir.
-Estaba a punto de cerrar los ojos ya.
-Lo siento no debería, pero llevo rato pensando en esto: Me gustaría verte. Ahora. Si aceptas en 5 minutos paso a buscarte.
Así fue, a los 5 minutos estaba en frente de mi casa esperándome. Que quería a esas horas?
Me senté donde el copiloto, me miró y se aseguró que me ponía el cinturón, echo eso hundió su pie en el acelerador. No quería preguntar el destino ya que se le veía conduciendo seguro hacia un sitio determinado.
Nos alejábamos de la ciudad entrando en carreteras de curvas con vistas a la majestuosa ciudad de Barcelona...
Apagó el motor de su Seat en el mirador de Horta. Me ofreció un par de chaquetas y salimos al exterior.
El otoño nos abrazaba con su particular aire fresco y las noches cada vez más oscuras, obligándonos a ponernos capas y capas de ropa.
Una vez sentados en uno de los bancos me ofreció un cigarro. No me miraba a los ojos, algo ocurría por esa cabeza de pelo revoltoso
La noche se iba alargando y no movía los labios mas que para inhalar y exhalar el dichoso humo, hasta que el cigarro llegó a su fin y fue lanzado al suelo. Lo miré y me encontré con unos ojos enfadados, mirándome directamente a lo mas profundo de mi pupila. Asustada mi cuerpo reaccionó retrocediendo un par de milímetros, y el, al ver eso me cogió por la nuca asegurándose con mi pelo de una imposible huída. En menos de un segundo estaba tumbada con ese chico encima mío. Su boca besaba ferozmente la mía sin compasión, mientras pequeños jadeos se le escapaban al apretar su cuerpo contra el mío.
Era una situación muy inesperada, pero que estaba consiguiendo que ese aire otoñal se convirtiera en puro aire de playa al mediodía de agosto.
El corazón se aceleraba, y mis manos tomaron el control. Enredaba mis dedos a su pelo estirándoselo para dejar al descubierto su cuello.
Jadeaba el, jadeaba yo y mi pelvis empezaba a buscar el roce con la suya. Me senté encima suyo dejando una pierna a cada lado del banco. Mientras, el me desabrochaba el sujetador por debajo de la sudadera, no podía parar de tocar esos brazos tonificados y moverme buscando su erección.
Me levantó las prendas dejando mis pechos turgentes a la luz de la luna llena, los lamía y mordía con voracidad mientras con las manos me iba subiendo la falda dejándola en la cintura.
Me rasgó las medias para poder tocarme y comprobar mi estado de excitación. Me volvió a estirar y se desabrocho sus tejanos negros, se los bajó y pude ver su erección preparado para ser saciado.
Abrió lo máximo que pudo mis piernas, cogiéndomelas por las rodillas y me penetró suavemente, notando cada centímetro que recorría dentro de mi cuerpo, cada plexo de la piel y cada nervio.
Yo ansiosa de más, moví mi pelvis contra la suya provocándole un gemido que se escapó entre dientes.
Me miró directamente mientras cogía aire, y volvió a empujar su pelvis a ritmo rápido mientras seguía con sus ojos clavados en mí.
Como podía estar pasando eso? Como podía estar en un mirador en medio del exterior follando con él? Poco podía responder cuando me invadía un calor, una sensación de placer absoluto, ahora mismo cualquier cosa no importaba.
Me senté en su regazo dándole la espalda y teniendo toda Barcelona reflejada en mis ojos, cuando de golpe un coche se detuvo en el parking. Los dos nos percatamos, me sonrió y me tapo la boca con su mano. Ahora mandaba yo así que baje el ritmo para que me notara bien, mientras con una mano le dejaba jugar con mi clítoris y la otra jugaba con mi lengua.
Los ocupantes del coche se sentaron a una buena distancia, por lo que les sería difícil vernos gracias a la sombra de los arboles que nos cubrían.

Entre su penetración y la masturbación que me estaba realizando estaba llegando a mi clímax y el al darse cuenta que empezaban a temblarme las piernas paró en seco. Me cogió en brazos y me sentó encima de la valla y susurrándome me dijo:


-Mientras te folle quiero que mires fijamente a los que acaban de llegar, como no me hagas no voy a dejarte correr.
Apenas podía hablar por lo que le afirmé con la cabeza. Miré a los ocupantes del otro banco y volví a notar como me complacía el vacio que sentía en ese momento.
Cada vez mas fuerte, cada vez mas profundo, cada vez mas seco, cada vez mas y mas placentero.
Mis piernas empezaban a temblar, mi espalda a arquearse y mis dedos lo apretaban cada vez con mas fuerza. Los gemidos subían de volumen, por lo que me calló metiéndome su lengua que quería mas.
El empezaba también a temblar por lo que provoco una sonrisa picarona en mí, y lo ayudé a sentir más moviendo en onda mi pelvis.
Gemía y gemía hasta que de golpe esa burbuja de placer incondicional estalló dentro de mí, mientras el bombeaba un par mas de veces provocándole una respiración fatigosa. Dejó caer su cabeza en mi pecho mientras la retiraba poco a poco, y centímetro a centímetro notaba como la echaba de menos. Sólo quería repetir.