jueves, 7 de julio de 2016

Cuidala

Cuídala, no dejes que se te escape. Qué más da si ya la tienes a tu lado, qué más da si ya le ves sonreír todos los días, y tienes la suerte de disfrutar de ella. Me da igual. La vida da mil vueltas, y nunca sabes dónde puedes acabar. Así que cuídala, que el amor si no se cuida, se esfuma. Y supongo que no querrás eso. 

Cuídala, como si fuese el primer día que la ves, o como si no la pudieses tener delante de tus ojos cada día. Cuídala, como si se fuese a acabar, como si mañana no pudieses verla, como si fuese el último día de tu vida. Como si se fuese a perder, y nunca jamás puedas encontrarla. Cuídala, con todas las letras, con cualquier detalle, por muy mínimo que sea. Cuídala, como si aun no le tuvieses, como si fuera tu trabajo de cada día. Cuídala, como ella también hace. Cuídala, como si fuese el motivo por el que vives cada día, como si no pudieses vivir sin ella.


Cuídala, que la vida se escapa, no dejes que ella también lo haga. No te agarres a la rutina, deja que cada día sea diferente, especial. Y sigue conquistándole. Cuídala, y haz que su risa suene en cada rincón de este mundo, que destaque entre la multitud. Que sepa que sigues ahí, vivo, pase el tiempo que pase.

martes, 19 de abril de 2016

Noches ahogadas

Ella echaba en falta a alguien que la  adorara, que la mimara apoyara y entendiera. Algo parecida a un alma gemela con quien descubrir océanos. Siempre con la misma piedra, azul, negra, gris, marrón... Independiente color pero mismo interior.
¿Donde estaba sus alas, cuando vendrían? ¿Cuando se sentiría como debería sentirse?

Exhausta estaba de escapar de aquellos cuervos que sólo querían arrancarle los ojos, los dientes, las uñas, y todo aquello que les hubiera dejado a su merced.
No sabía como escapar de aquel cementerio que sin darse cuenta la había aprisionado durante años. Se fijaba en su alrededor. Cuerpos sin expresión ni color descansaban en el suelo. Provocándole una ansiedad que la tumbo al suelo dejándola sin consciencia.

martes, 5 de abril de 2016

Coser y cantar.

Me levanté del sofá y fui hacia el baño, una vez allí recolecté todo lo indispensable, aguja, hilo, suero fisiológico, gasas, guantes y tijeras. Lo preparé con delicadeza, cada uno tenía su sitio el cual no podía ser ocupado por otro o por otro parecido.

Los guantes perfectamente preparados y separados indicando cual era para cada mano, la aguja enfilada, las gasas separadas y algunas impregnadas de suero y las tijeras al final del todo.

Miré al frente en dirección al espejo redondo y un poco oxidado. Se podía ver perfectamente la ausencia de higiene que tenía, pues no lo habían tratado de tocar desde hacía meses y ahora nadie se atrevía. Miré mi pelo, todo revoloteado, era imposible domar a esos vecinos y más después de días sin salir a la calle.  
Cogí la aguja y anudé el final del hilo para que este no se me escapara y me dejara a medias reaccionando echándome atrás. Lo afronté a la zona a atravesar, suspiré y me dispuse a ello.
Una pequeña punción me alertó de que iba por buen camino, y el olor metálico inundó la habitación, seguidamente una rozadura prolongada y suave que demostraba que el hilo estaba siguiendo el camino que le indicaba su cabecilla.

De un extremo a la diagonal inferior, otra punción y de nuevo metálico, otra diagonal, otra punción... y así hasta terminar al otro extremo.

Unos toquecitos con las gasas impregnadas para limpiar la zona, un nudo doble en el extremo y a cortar el hilo. Una vez cortado este ya se podía apreciar el resultado final:


La zona hinchada y roja, a causa de la lesión producida por el alfiler, contrastaba con el color del hilo  que se sobreponía encima de su piel de origen pálida.
 Me miré y observé el resultado final, nunca se me había dado bien eso de la costura, pero no era muy difícil cerrar una boca con aguja e hilo, así que me di por satisfecha. Guardé todos los utensilios utilizados una vez limpios y me dirigí al salón donde él me esperaba. Estaba segura que el resultado era su esperado.   :)