Me levanté del sofá y fui hacia el baño, una vez allí recolecté
todo lo indispensable, aguja, hilo, suero fisiológico, gasas, guantes y tijeras.
Lo preparé con delicadeza, cada uno tenía su sitio el cual no podía ser ocupado
por otro o por otro parecido.
Los guantes perfectamente preparados y separados indicando cual era para cada mano, la aguja enfilada, las gasas separadas y algunas impregnadas de
suero y las tijeras al final del todo.
Miré al frente en dirección al espejo redondo y un poco
oxidado. Se podía ver perfectamente la ausencia de higiene que tenía, pues no
lo habían tratado de tocar desde hacía meses y ahora nadie se atrevía. Miré mi
pelo, todo revoloteado, era imposible domar a esos vecinos y más después de
días sin salir a la calle.
Cogí la aguja y anudé el final del hilo para que este no se
me escapara y me dejara a medias reaccionando echándome atrás. Lo afronté a la zona a atravesar, suspiré y me dispuse a ello.
Una pequeña punción me alertó de que iba por buen camino, y
el olor metálico inundó la habitación, seguidamente una rozadura prolongada y
suave que demostraba que el hilo estaba siguiendo el camino que le indicaba su cabecilla.
De un extremo a la diagonal inferior, otra punción y de
nuevo metálico, otra diagonal, otra punción... y así hasta terminar al otro
extremo.
Unos toquecitos con las gasas impregnadas para limpiar la
zona, un nudo doble en el extremo y a cortar el hilo. Una vez cortado este ya
se podía apreciar el resultado final:
La zona hinchada y roja, a causa de la lesión producida por
el alfiler, contrastaba con el color del hilo que se sobreponía encima de su piel de origen pálida.
Me miré y observé el resultado final, nunca se me había dado bien eso de la
costura, pero no era muy difícil cerrar una boca con aguja e hilo, así que me di
por satisfecha. Guardé todos los utensilios utilizados una vez limpios y me
dirigí al salón donde él me esperaba. Estaba segura que el resultado era su
esperado. :)
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