sábado, 15 de agosto de 2015

Nogal creciente

Cuenta atrás


El aceite salpicaba toda la cocina, cada gotita competía con la anterior para ver quien saltaba mas alto i petaba más fuerte. De mientras la cocinera intentaba esquivar cada una de ellas, bailaba al ritmo de la radio. Las canciones pop estaban en su punto álgido y no paraban de sonar en la emis
ora. Las letras repetidas y pegadizas jugaban con el subconsciente de los fieles oyentes, por lo que era imposible pasar un día sin cantar diez veces la misma canción.
Una vez el bacon estuvo bien doradito este sobrevoló hasta llegar a un plato dónde lo esperaban otros de su misma especie. El papel de cocina puesto en el fondo del plato recogía el aceite sobrante, y la comida ya estaba preparada.

Ese mediodía no tenía invitados, el día anterior había tenido suficiente trabajo como para hoy montar fiestas, sólo deseaba quedarse en casa tranquila, con las persianas medio bajadas observando la luz del sol atravesar las cortinas y dibujar formas en la pared blanca del salón. Se enfundó unos pantalones de pijama y se estiró en su sofá verde a relajarse.

Unos minutos más tarde, notó que algo le oprimía el pecho, le dificultaba respirar y provocándole angustia. Abrió los ojos y se encontró a su fiel compañero sentado en su pecho, mirándola fijamente con la mirada confundida, intentando comprender el sobresalto de su dueña. Ella levantó un brazo y le rascó suavemente la nuca a su amigo provocándole un maullido de placer.

Miró el reloj viendo que era ya el atardecer y se percató que llegaba tarde. Saltó rápidamente del sofá tirando al suelo todos los cojines a juego y se cambió de ropa en un abrir y cerrar de ojos. Se calzó las deportivas desgastadas y salió hacia el exterior.
Los pocos rayos que quedaban en el cielo apenas quemaban, Mariana empezó con su trayecto habitual. Se acomodó la mochila a su pequeña espalda poco musculada y cruzo la gran avenida que separaba su casa del centro de la ciudad.

Mirando al suelo, como siempre que andaba públicamente, procuraba esconderse en si misma deseando llegar lo mas pronto a las callejuelas. Tarareaba por si misma una sinfonía de Bach, hacía mucho tiempo que no tocaba la flauta, apenas se acordaba de la cara de su profesora Aurora Venecci.

Aurora era una mujer mayor, bondadosa por naturaleza, amaba a sus mascotas mas que a su difunto marido. Amaba la música mas que a su propia alma, y amaba ver el talento de sus alumnos. Intentaba trasmitir a través de sus clases aquella esencia que se llevaría algún día a la tumba pues aún esperaba encontrar a alguien digno de toda su sabiduría a quien poder entregarle sus mas preciados tesoros. Sus experiencias.
Mariana ya estaba en las callejuelas apresuraba el paso pues no llegaría a tiempo, odiaba llegar tarde y odiaba que la entretuvieran, antes de llegar a su destino se detuvo en una tienda de segunda mano dónde paraba habitualmente a buscar libros, aquellos que terminaban llenos de polvo, aquellos que a veces escondían pequeños tesoros, cartas, entradas de cine, fotografías...

Le gustaba abrir cualquier pagina i hundir la nariz en esas paginas sucias y viejas. Ese día compró dos libros de Standler, los envolvió con una hoja de periódico y reprendió su marcha. En dos minutos se planto delante de ese edificio imponente de grandes ventanales y lleno trabajadores con trajes ajustados a sus esbeltos cuerpos.

Mariana miró el reloj, aún faltaban 3 minutos para la hora punta. Nervios a flor de piel, las manos le sudaban y las gafas empezaban a empañarse, se deshizo el moño para que su pelo largo le tapara la cara y así pasar desapercibida.

Se sentó en su banco, llevaba 3 meses viniendo y ya se sentía como en casa, allí mal sentada para poder observar sin despertar ninguna sospecha en la puerta de ese enorme edificio.
2 minutos. Ya empezaba a haber movimiento, trajes impregnándose y contaminándose con el humo del tabaco, la puerta giratoria iba escupiendo a diferentes personas con ceños fruncidos que en cuanto salían del edificio se les relajaba el rostro.
1 minuto. El corazón se le iba a salir, las uñas no tardarían en ensangrentarse del continuo mordisqueo....
Y cero. Llegó el momento. Allí estaba. Zapatos de vestir negros, número 43, maletín en mano derecha y americana gris a la perfecta medida, y desde esa corbata color burdeos nacía un cuello ancho. Su cabello castaño oscuro escondía la parte superior de las orejas. Tan perfecto y imponente como siempre.

Mariana detuvo la respiración hasta pasados unos segundos, sus ojos pequeños lo seguían al milímetro. Suerte que al estar detrás de ese arbusto el apenas la vería. No quería volver a mantener problemas como alguna que otra vez.

lunes, 10 de agosto de 2015

Nogal Creciente

Amaneceres

Azul Ruso paseaba por el salón. Tan sigiloso como de costumbre. Fija tenia la mirada hacia su destino. Solamente debía pasar la cocina, recorrer el pequeño pasillo y entrar por el marco de la puerta de la habitación de Mariana.

Una vez delante de la cama, sin apenas hacer ruido como de costumbre, metió su cabeza entre las sabanas para poder tocarla. Sólo le quedaba un pie fuera cuando la pudo tocar con la nariz.

Un segundo, dos segundos, y se dispuso a realizar aquello que tanto le gustaba hacer los domingos por la mañana.Se puso frente a frente con ella, la observó, asegurándose que no sospechaba nada, sacó la lengua y le empezó a lamer la nariz suavemente. Seguidamente los ojos y al ver que Mariana no se inmutaba le empezó a lamer la oreja. Azul ruso se relamía los labios al ver como ella se retorcía en la cama, pues tenía mucha piel con la que jugar y le sobraba tiempo.

Cesó unos minutos ya que disfrutaba de las vista que le proporcionaba ese espectáculo. Bordeó la cama sin perder de vista a su presa indefensa, medio desnuda, y totalmente apetecible y se dispuso a atacar de nuevo.
Se decantó  por un pie derecho que sobresalía del somier, acercó la pequeña nariz que le caracterizaba  haciéndole cosquillas  (con el bigote) a la indefensa chica, y ,al lamerle la punta del dedo, gemidos y pequeños suspiros inundaron la pequeña habitación con apenas luz.

Azul Ruso acabó jugando con los tobillos, pequeños e inocentes lametones y picaros mordisquitos hicieron que Mariana abriera un ojo. Que a causa de la poca iluminación no podía ver quien se recreaba con sus largas piernas. Ella lo llamo.
Faltaron segundos para que Azul Ruso apareciera delante de su cara con sus enormes ojos redondos. Mariana al ver a su compañero tan cerca sonrío, le dió un beso y le deseó unos buenos días, retiró las sábanas y se fué a la ducha para empezar un nuevo día cargado de nuevas ilusiones.

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El día transcurrió con mucha normalidad. Desde que Mariana salió de casa por la mañana Azul Ruso había echo como cada domingo, una pequeña siesta a media mañana, comer, acercarse a la terraza y observar las vistas de ese maravilloso ático, otra siesta con los últimos rayos de sol que acariciaban la terraza.
Y cuando se disponía a entrar a casa para esperar a Mariana escuchó un ruido en la terraza del vecino. Aparte de unos ojos redondos y una nariz pequeña a Azul Ruso lo caracterizaba un gran sentido de la curiosidad.

Esa tarde conoció a Tina. Nunca se habían visto antes y eso que el vivía allí desde hacía 10 años. Tina era mas joven pero no por eso era inexperta, era mucho mas despierta que las de su edad, poseía una mente prodigiosa, grande sabiduría acompañado de una picardía juguetona.
Sus enormes ojos azul cielo acompañado de su pelo rubio oscuro hacían de las mejores combinaciones que Azul Ruso había presenciado en mucho tiempo.

Se quedaron juntos hasta bien entrada la noche, el no podía parar de observarla y quedar asombrado de su personalidad. En cuanto escuchó entrar las llaves en la cerradura se despidió corriendo de Tina y entró en casa.
Mariana entro en casa exhausta del duro día. Se tumbó junto él en el sofá. Abrazándole apasionadamente y mirándole a los ojos contándole lo mal que le había ido ese domingo. Se le escaparon un par de lágrimas y Azul Ruso se las retiro de sus mejillas sonrojadas. Se paró, miro a los ojos marrones de su compañero hasta verle el alma, lo abrazó de nuevo y al separarse le propinó un beso seguidamente otro y después más, apenas había intervalo entre esos preciosos, suaves y dulces besos.
Una vez recompuesta, Mariana se levantó del sofá sonrió entre lágrimas, se arregló la falda y se dispuso a prepararse la cena. ¡Hoy cenaban salmón!

sábado, 8 de agosto de 2015

Intentando leerte

No intentes pensar por otro,
No busques que habrá en su mente,
No te hagas ilusiones buscando el acertijo
Pues la solución llega por  si sola....

Ser será si debe ser y no porque quieres que sea.


X

Sentada en el tren junto a miles, recuerdo como me cogías del pantalón para que me acercara a .
No quería escaparme, ni nuestras lenguas entrelazadas y mordidas querían cesar ese arrebato. Pues habían pasado muchos días, y ambos sabíamos desde que entre por la puerta lo que iba a suceder esa tarde.
Une película mas inocente en la lista y pequeños juegos a cosquillas encendieron las alarmas de que una vez mas el sofá debía ser probado.
Tus garras aprisionaban mi trasero mientras la otra estiraba de mis pezones buscando una muestra de placer.
Gruñías enfadado.

Negro




Dedos entrelazados

Pestañas flotando

Lágrimas derramadas

Piernas cansadas





Paisaje...

Caóticos latidos de dolor.

Que es el corazón aparte de un músculo y órgano?
Que es aquello que nos hace sentir, padecer, olvidar, comprender, añorar...
¿¡Porque existen los sentimientos!?

Cosas de verdad hay pocas en esta vida y que no se compren con dinero aún menos.
Algo que me causa satisfacción y fascinación es escuchar un simple latido o ritmo cardíaco de un corazón en según que situación.
Es algo curioso lo que siento, al escucharlo me invade un calor desde los pies hasta el fondo de mi propio órgano vital, me recorre un escalofrío que me adormece.
Ver que todo empieza y acaba con un impulso eléctrico en cada ritmo escuchado y cada último latido apagado.
Todo nace de un latido. Desde entonces todo va llegando, pero siempre necesitamos un latido para empezar.
¿Me prestas tu corazón?