Domingo, un domingo de invierno, las 3 de del mediodía, y un ruido ensordecedor penetraba en mi oído, provocando un silbido en mi cerebro.
Entorné la cabeza, para ver qué había a mi lado. Nada, eso es lo que había y había habido durante meses pero las azuladas sábanas dibujaban una silueta inexistente de una mujer soñada, con esencia a clavel y aspecto divino.
Me levanté de la cama apoyando mis codos sobre las rodillas, mesándome la barba y acariciando la melena que tenía que haber sido cortada hace tiempo.
Cogí el teléfono móvil que anteriormente había sonado para ver quién se atrevía a perturbar mi sueño profundo. Publicidad, esa era la única persona que me llamaba o me enviaba mensajes de texto.
Me levanté de la cama, y me dirigí a la puerta, ni tan solo había correo. Abrí la puerta y salí al rellano de la escalera, notando el frío de las baldosas. Miré hacia arriba y seguidamente hacia abajo, silencio, no se escucha nada, volví para atrás quedándome en medio de la puerta, acariciando el felpudo con los dedos de los pies. Los observé cuidadosamente, y de pronto mi cuerpo totalmente hipnotizado saltó de dos en dos las escaleras dirigiéndose al piso superior.
Pero mi cuerpo no para y sigue subiendo, hasta llegar a una puerta, con un sistema para emergencias. La puerta está oxidada y deja ver unos dibujos asimétricos. Algo desde mi interior me dice que la abra, y yo obedezco.
Detrás de la puerta, el sol me alumbra dejando ver un cielo totalmente azul, sin una nube.
Ando por las baldosas sucias y calientes de ese tejado. Me acerqué al muro y miré hacia abajo. Me asombré al ver las vistas, la gente era como pequeñas hormigas, y me asombré aún más al pensar en el número de pisos que debía haber subido…
Metí las manos en los bolsillos, y un paquete rozó mi mano derecha, lo saqué, era una bolsa muy pequeña, con un polvo blanco en el interior. Era cocaína. Era la que guardaba para la chica que quizás vendría a casa esa noche.
Me la preparé encima del muro, mientras acababa de dar los últimos retoques con un billete gastado de autobús, pensé en los últimos meses. La verdad es que en mis últimos meses no había pasado nada en mi vida, ninguna motivación ni nada, lo único emocionante que me pasaba durante el día, era la sensación que el corazón me iba a estallar, al esnifar esos polvos mágicos.
Volví a recordar esa sensación pero ahora ya no es un recuerdo, la noto entrando por mis fosas nasales, es áspera pero a la vez deliciosa.
Noté cómo si mis pies se me alzaran del suelo, tenía una sensación semejante a la de volar, y eso decidí volar. Quería notar el aire en mi pelo, el aire entre mis dedos, quería sentirme libre y sin ninguna precaución.
Miré otra vez al vacío, y me tiré. No tengo ninguna razón para seguir en este mundo, y qué mejor manera de sentirse libre que tirándote al vacío y diciendo adiós.
Giré la cabeza hacia el bloque de pisos, cada vez estaba más cerca, pero tenía la sensación de flotar, sacudo la cabeza pensando que debe ser el efecto de la droga.
Mientras caigo me fijé en una ventana donde vi a un hombre vestido de etiqueta, con las manos en los bolsillos y mirando al vacío. Le saludé pero él no me lo devolvió, me extrañó.
Me fijé en otra ventana y vi una pareja. El chico la estaba cogiendo del pelo mientras ella estaba llorando. No estaban jugando, porque sino tendrían una expresión alegre en la cara pero, los ojos del chico brillaban de rabia, y los de ella de temor.
Finalmente, vi una habitación vacía, sin nada.
Nada esa es la palabra que mas había dicho en mi vida, “Que no soy nada.” “No valgo para nada.” “No tengo nada en esta vida.” “Nadie me quiere…”. Y es allí cuando me di cuenta de que uno no tiene nada si no lucha por ello, y eso es lo que yo había echo esperarme a que todo viniera y buscar consuelo en ella, en la cocaína.
Tras probar la cocaína no había notado otra sensación que ella, perdí a los amigos por ella, perdí a mi
familia por ella y por culpa de ella también estaba perdiendo la vida.
Pero ya no podía hacer nada, el suelo estaba demasiado cerca para echarse atrás.
Cerré los ojos lo mas fuerte posible, pero oí una voz lejana y calor en mis pies. Abrí los ojos.
¿Eso era la muerte? Pero al ver un montón de gente vestida de blanco a mi alrededor me hizo
reaccionar, me incorporé un poco, pero una chica con el pelo recogido en un moño mal hecho, me
hizo estirar otra vez, y ella misma me explicó lo que pasaba.
“Señor debería permanecer tumbado, si se levanta podría volver a desmayarse o volver a sufrir una
sobredosis y esta vez creo que no podríamos hacer nada. De suerte porque le han perdonado la vida”
Que intenso, que manera de plasmar esta historia es impactante pero no es nada agresiva , me gusta la forma en la que se desarrolla todo. Muy buena historia.
ResponderEliminarMuchas gracias por dedicarle tiempo y por tu opinión.
EliminarGenial! muy buen relato, muy bien escrito.. te transporta a ese lugar. Enhorabuena
ResponderEliminarMuchas gracias y un placer que te haya gustado.
Eliminar¡Hola, Marta! Tienes una intensidad increíble para escribir. Y a mí has conseguido transportarme con la lectura. Enhorabuena y a seguir escribiendo. Si me permites una pequeñísima cosa, quizá lo de el subrayado en blanco sea un poco agresivo al leer el relato, pero vamos, que eso es más estético que tu talento a escribir. Y de eso, tienes mucho. Un saludo y gracias por compartirlo. :)
ResponderEliminarMuchas gracias Mel me alegra que te haya gustado.
EliminarGracias por la crítica, la verdad es que queda mucho mejor sin subrallado.
Intensa y desgarradora historia. Un saludo.
ResponderEliminarWalkingtopennylane.blogspot.com.es
Muchas gracias por tu tiempo. =)
EliminarUn relato realmente bueno, estremecedor! Besos
ResponderEliminarMuchas gracias por tu opinión Nika. Saludos
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