Me desvelo, ¿donde estas?, ¿Qué estas haciendo? Todo negro…
Caigo otra vez y te veo. Te abrazo te siento, te beso y te huelo. Fijo mi mirada en tus ojos y tu me rozas la mejilla con el dorso de tu dedos. Un calor recorre esa parte tocada, y tu boca dibuja una suave sonrisa...
Luz, blanco, amarillo, y por fin empiezan a dibujarse formas, distinguirse colores y ruidos. No sé dónde estoy, pero huele a ti. Me levanto de la hamaca que se despide de mí balaceándose una y otra vez suavemente como si no tuviera prisa.
Mis pies descalzos palpan la madera dañada del suelo. Mi mano recorre el filo de un escritorio blanco marfil, con diferentes fotografías encima la mesa, no me paro a mirar, no tengo tiempo…
Enfrente la puerta cojo el pomo y no se si girarlo e ir, o quedarme en esa habitación que me gusta tanto.
Sé que aquí dentro estaré a salvo, nadie me tocará, nadie me molestará ni me alejará. Pero si salgo, ¿Qué habrá fuera? Nuevas fragancias, nuevas formas y distintos roces.
Mi habitación, nuestra habitación me gusta tanto. Es azul cielo, sin ninguna ventana, con fotos en las paredes, un escritorio viejo pero precioso y una hamaca. ¿Por qué me gusta tanto esta habitación que es a la vez tan preciosa pero tan sencilla?
Caigo al suelo abrazando las rodillas hasta mi barbilla, haciéndome pequeña para que nada ni nadie pueda importunar. Me fijo que no llevo ropas solo un camisón muy fino de color negro. Juego con el y me relajo, me despido de los pensamientos por un momento, pero no puedo tengo que decidir. Huir o quedarme. Despertar o dormir….
Me quedo en medio la habitación repitiéndome esas palabras que tanto daño me han hecho, esas visiones de futuro que tengo, esa sensación de ahogo…
No puedo más, no quiero seguir así. Empiezo a tirar las fotografías al suelo, cogiendo cristales mientras voy destripando la cama. Las plumas empiezan a volar por todo mi mundo, plumas que hacen que no vea nada, que me ahogue, que me acelere y no sé que estoy haciendo.
Cierro los ojos y caigo. Verde todo es verde, me gusta este color es conmovedor, empiezo a andar sin rumbo fijo y el joven césped me acaricia los pies, poniéndose entre medio de los dedos haciéndome cosquillas.
Me tumbo en una colina, desde aquí se puede ver todo. Respiro tranquila y contenta.
Pero me sobresalto y me doy cuenta que no hay todo sino hay nada, y al darme cuenta me acobardo pero cada vez me siento mucho mejor …
Si pudiera elegir me quedaría aquí siempre…
Sin ti, sin él, sin ella, sin nadie yo sola y nadie mas.